Alinka – Eduardo Frishwasser Levin
Gracias por invitarme a colaborar en estas memorias. Desde que mi abuelita, Lili Levin, me dijo que tenías este proyecto yo me puse a escribir, incluso desde antes…
La primera vez que yo escuché el nombre de Alinka Zabludovsky y que ella apareció en mi mente y en mi panorama, fue en la sobremesa en casa de mis abuelitos. Yo tenía unos quince o diez y seis años, y sabía que me gustaría estudiar arquitectura algún día. Siempre crecimos conociendo el apellido Zabludovsky por Jacobo o por Abraham, y realmente no sabíamos mucho de Alinka, pero mi abuelita nos dijo que ella y el arquitecto eran sus amigos, yo me emocioné.
Posteriormente, la primera vez que conocí físicamente a Alinka fue en el homenaje que le hicieron a su esposo en el museo Tamayo y a partir de este día, mi interés en la arquitectura me llevó a un acercamiento. Yo siempre sentí que tenía mucho en común con ella.
Tiempo después, la visitamos ya que mi abuelita quería que yo viera cómo había adaptado su casa a un museo de su obra arquitectónica. Dese el primer momento fue muy interesante conocer a una señora con la cual compartes el mismo idioma desde el punto de vista profesional. Es algo que desde luego esperas de encuentros con arquitectos o con alguien que está en el medio, con los que hablas de términos como fachadas, cortes, graduaciones, etc. Pero no me esperaba algo así de una amiga de mi abuelita. Me sorprendió cómo me podía comunicar con ella en un idioma muy diferente ya que entendía todo tipo de problemáticas. Obviamente yo estaba impresionado y honrado de que ella me dedicara su tiempo a mí y que me mostrara directamente los proyectos y las maquetas de su esposo ¡Qué privilegio! Esa hora que estuve allí fue realmente increíble!.
Después, no recuerdo cómo surgió la invitación de acompañarlos a la inauguración del teatro de Coatzacoalcos. Ella me platicó que ese proyecto, y el Museo del Niño de Villahermosa, fueron terminados por Abraham antes de morir. Esta invitación fue para mí como una transición en la relación con Alinka, ya que dejaba de ser tratado como el nieto de una amiga para convertirme en el estudiante de arquitectura. También en ese momento pude darme cuenta y apreciar toda la labor que ella se echó en los hombros para acabar este proyecto.
Una de las anécdotas de este viaje es que planeábamos llegar un día antes de la inauguración, pero nos cancelaron el aterrizaje cuando ya íbamos llegando a Villahermosa.
Tuvimos que regresar a la ciudad de México. para irnos al día siguiente muy temprano ya que el gobernador inauguraría el museo a primera hora en la mañana. En realidad no sabíamos si podríamos llegar.. Finalmente Alinka consiguió llegar a la inauguración Nosotros llegamos en otro vuelo un poco después cuando el acto estaba empezando. Todo fue como una gran fiesta. Se podía percibir la importancia y el mérito que tuvo Alinka al haber terminado la obra y el gran significado que tenía por tratarse del último proyecto del arquitecto Zabludovsky Me acuerdo de un momento en que ella se hizo a un lado, se sentó y descansó, disfrutando pero al mismo tiempo dándose cuenta de que era ultimo proyecto en el cual ella iba a estar (luego surgió la remodelación de su casa pero esto ya fue otra cosa)
Para mí fue algo increíble ser parte de esa experiencia. Primero sufrí y me enteré de todos los problemas para que pudieran llegar a tiempo ella y sus hijos. Luego, de repente, nos invitaron a comer a casa del gobernador y pude conocer todos los ceremonias y rituales protocolarios de una visita de este tipo Me encantó que me integrara y me hiciera “jalar parejo “.
Otra influencia muy importante para mi futuro es que después llegó Julius Shulman, de quien yo había oído hablar pero a quien no identificaba muy bien. Cuando vi sus fotos me di cuenta que, como te pasa con canciones conocidas, todo el tiempo las has oído o visto aunque no reconozcas inmediatamente al autor. Se trata de una eminencia en la fotografía arquitectónica en Estados Unidos y a nivel mundial.
Yo ya me iba a regresar a México porque tenía que trabajar el lunes, pero Alinka me insistió en que cambiara mi boleto. Me decía “quédate y aprovecha para convivir con Shulman”. Finalmente pospuse mi vuelo 24 horas y el día siguiente salimos hacia el museo de Villahermosa que estaba completamente vacío y tuve la oportunidad de estar con él y con Alinka todo el día y ver como trabajaba este gran fotógrafo .
Yo estaba impresionado de la increíble energía de este señor que ya tenía entonces 94 años. Alinka nos tomó como modelos de escalas humanas a mí y al hijo de Juan Felipe Leal. Hay una foto donde estamos juntos en la entrada del museo y me acuerdo que le dije que para mí era un honor estar con ella en esa foto que va a quedar por mucho tiempo. Además de la aprender de fotografía, la convivencia con Shulmann fue una lección de vida. Nos contó sus anécdotas con Abraham y con otros arquitectos.
A raíz de este viaje la relación con Alinka y su familia cambió ya que dejó de ser a través de mi abuelita y se estableció con un estudiante recién graduado de arquitectura. De alguna forma, se rompió una barrera y empecé a sentir a Alinka como parte de mi familia. Poco a poco se convirtió en mi tercera abuela a quien le contaba cosas muy cercanas. A veces le platicaba algo y le pedía que no fuera a decírselo a mi abuelita porque se enojaría.
Cuando me involucré en un proyecto arquitectónico en Palmas y me peleaba para que respetaran el diseño, le conté a Alinka que me sentía poco comprendido por los ingenieros que simplemente querían lo más fácil. Entonces, ella me compartía las anécdota de Abraham que complementaba con comentarios explicándome cómo tenía que tener un estómago de acero porque la arquitectura siempre es así. “No te preocupes, vas por el buen camino, sigue luchando ” Para mi era increíble cómo podía entenderme y tener una identificación única con ella..Sus comentarios e historias sobre otros arquitectos, fotógrafos escritores y artistas me hacían sentir un poco inculto y me llevaban a investigar de quiénes estaba hablando…Llegaba a mi casa y me metía a Internet para saber un poco más. Me impresionaba y me gustaba muchísimo pasar el tiempo con una persona de la quien siempre ibas a aprender. Esto estaba garantizado.
A pesar de nuestro acercamiento, yo todavía pensaba que no la quería molestar. , me daba pena hablarle y distraerla de sus actividades. Pero después se rompió el hielo y la distancia entre nosotros. Yo le hablaba con mucho gusto, Le contaba mis logros: cómo finalmente, había conseguido la aprobación para el mármol que quería, y otros detalles así. Hablar con ella era muy entretenido, te escuchaba y siempre tenía un comentario de arquitectura o más allá de la arquitectura. Alinka cargaba con una energía positiva la cual transmitía independientemente de quién fueras.
Mi relación con Alinka era cada vez más personal, se dio un acercamiento increíble que ya no era solamente de proyectos. Convivir con ella era un placer en todo momento. También ella se empezó a abrir. Me contaba sus preocupaciones y cómo se cuestionaba si vendía o no la casa ya que se trataba de una obra de arte que la gente no siempre valoraba. En esa época también me empezó a contar sobre sus planes de remodelar el estudio y cambiarse para allá.
Alinka fue la tercera persona a la cual le conté que me aceptaron en Columbia University . Le dio muchísimo gusto y me contó sobre el amor y conocimiento de Abraham por la ciudad de Nueva York donde le gustaba pasar temporadas. Me contaba historia tras historias, anécdotas tras anécdotas sobre a quienes habían conocido y dónde había ido, Cuando iba yo con ella siempre me alegraba, tenía esa cualidad de hacerte sentir bien siempre
Cuando yo estaba en Nueva York ella vino a visitar la ciudad y me preguntaba que iba a hacer yo después de la maestría. Yo le contaba mis opciones y me daba su opinión. Siempre entendía lo que estaba haciendo y esto me encantaba. Yo podía llegar y enseñarle los proyectos, y, a diferencia de mi abuelita y otras personas, Alinka siempre entendía el concepto. Cuando le conté mi decisión de irme a San Diego, le llevé un libro de regalo sobre el trabajo que estaba haciendo el arquitecto para el que iba a trabajar y le gusto muchísimo. Reaccionó con mucho entusiasmo afirmando que yo iba a estar bien y que había tomado una buena decisión
Alinka me hablaba esporádicamente para preguntarme cómo iba con mi trabajo y también por mi novia y la parte social,
A mi me emocionaba que tanto Alinka como mi novia cumplirán años el primero de junio y pensaba que a lo mejor por esto tendrían cualidades semejantes Pero resultó que no fue así, yo acabe cortando con mi novia y Alinka estuvo muy al pendiente siempre de todo esto.
Cada vez que venia a México la iba a ver y le llevaba yo un dibujo o un plano, de lo que estaba yo haciendo. A ella le daba mucho gusto y orgullo Alinka se volvió parte de mi agenda, como ir ver a mi abuelita, y para mi era imborrable.
La penúltima vez que la vi fue cuando acababa de terminar de adecuar el despacho de Abraham para vivir allí.. Estaba muy contenta, me invitó a desayunar y me dio el” tour”. Puso la mesa al lado de la terraza que tiene un jardincito y plantas. Estaba realmente increíble.
En esa ocasión me habló por primera vez de El Eco, el museo experimental que hizo Matías Goeritz. Yo no tenía la menor idea de que esto existía y entonces ella me preguntó qué iba yo a hacer porque ella iba al acupunturista por allí, y podría mandar al chofer a que me llevara al Eco en lo que ella tenía su cita y así lo hizo. Esa fue la penúltima vez que la ví.
Después de ese encuentro, ella recibió una invitación para la premier de un video en homenaje a Julius Shulman en Los Ángeles. Ella no podía ir y me pidió que fuera yo en representación de la familia. Para mí fue toda una experiencia. El documental resultó fenomenal, muy muy bien hecho Le dedican un buen tiempo a toda la relación que tuvo con Abraham , a sus exposiciones y obviamente, también sale Alinka. Para mí, esto tuvo una intensidad muy fuerte que me hizo llorar dos veces, porque lo sientes como parte de lo que tú conoces de cerca. Saliendo del elevador me encontré a Julius Sulman quien ya tenía 98 años y a su ayudante, a quien yo había conocido en Villahermosa, me acerqué y le dije que yo había estado con él y con Alinka. Cuando escuchó el nombre de Alinka sus ojos se abrieron y se iluminaron y estableció conversación conmigo.
Más adelante Alinka me buscó cuando se enteró de un viaje precipitado que hice a México en agosto del 2008. Yo no tenía mucho tiempo de ir a su casa porque mi estancia fue muy breve y estaba muy carrereado. Otras veces me decía que no me preocupara, pero en esa ocasión fue la primera vez que la sentí realmente insistente en verme Me decía que aunque sea por un ratito, aunque sea para darnos un abrazo rápido. Y así, antes de irme me citó en la oficina del notario donde ella tenía que arreglar unos asuntos.
Entonces la ví muy delgada y con el tanque de oxigeno que usaba las veinticuatro horas. Era la primera vez que la veía así. . Par mi fue un shock ya que ella nunca se quejaba, siempre tenía un fortaleza increíble.. Con humor, refiriéndose al tanque de oxígeno preguntó que cómo veía su juguete y me explicó que se le había perforado un pulmón por un golpe. La vi quince minutos y fue la última vez que platicamos, me dijo que le daba mucho gusto verme y que qué bueno que había venido. . Me acuerdo de lo que platicamos Justo una semana antes, mi jefe de San Diego me había comentado de un artista mexicano que hacía magiscopios pero del cual no se acordaba su nombre. Yo le comenté a mi abuelita y ella me dijo que no sabía y que debíamos preguntarle a Alinka. En esa ocasión lo hice, y además de darme el nombre exacto me contó sobre la historia de Feliciano Bejar y me dijo que, casualmente, la notaria del despacho era su sobrina.
No sé si Alinka sabía o sentía que estaba muy enferma pero, a diferencia de otras ocasiones, esa vez hizo un esfuerzo más fuerte para verme, como si de alguna forma supiera que quizá no nos volveríamos a ver. Luego su estancia médica en Houston coincidió con una operación de mi abuelita. Hablé una vez con ella al hotel y luego me mantuve en contacto constantemente con su familia. Compré un boleto de avión para ir a verla, pero ya estaba muy mal y ya no se le podía ver por lo cual, por tuve que cancelar el viaje.
Para mí, siempre será un honor decir que pude convivir con ella.