Jun 2 2014

Memoria en el hospital

Ruth Dávila

Año 2002, no iba ni a la mitad de los estudios de maestría en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM cuando recibí la mala noticia de que mi abuela materna estaba muy enferma. En menos de una semana, y ante lo grave de su estado de salud, mis tíos decidieron que lo mejor era llevarla de Morelia a la Ciudad de México, al Hospital ABC.

Mientras la ambulancia trasladaba a mi abuela, el resto viajamos en un autobús. Esa noche decidí que quería estar en el hospital, cerca de ella, cerca de una de las personas más importantes en mi vida. Ya entrada la noche, no puedo recordar bien la hora, en la sala de espera de terapia intensiva había poca gente y mucho silencio. Mientras el tío que me acompañaba se quedó dormido, yo me quedé con mi tristeza deseando que mi abuela se recuperara.

Empecé a recordar todo lo que había vivido con ella, de cara a mis recuerdos empecé a llorar. No quise que nadie me viera o escuchara, así que pegué mi cara a la ventana y traté de tranquilizarme. No logré mi cometido, pues en ese momento una señora se acercó a mi preguntándome si me encontraba bien. Separé mi rostro de la ventana y le dije que sí, pero que estaba muy triste y preocupada por la salud de mi abuela, en ese momento desconocía por completo quién era la amable señora.

Le empecé a decir que mi abuelita era lo más importante para mí, porque ella me había criado. Así, empezamos a charlar y en la plática, no recuerdo por qué, salió a relucir el nombre de Gina Zabludovsky, a quien yo conocía por referencias y de vista por ser estudiante del posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas. Ahí fue donde me di cuenta quién era la amable señora con la que estaba platicando y, aunque no lo pregunté, supe también quién era su esposo.

Total que pasaron los días y cada vez que nos encontrábamos en los pasillos del hospital nos saludábamos y ella siempre me preguntaba por mi abuelita y yo por su esposo. La imagen que tengo, de quien hasta ahora sé que se llamaba Alinka, es de una mujer amable, refinada, elegante, una dama en toda la extensión de la palabra.

Pero la historia no termina aquí. Años después, en la red social facebook me hice contacto de un joven llamado Alan Grabinsky y más tarde de Gina Zabludovsky. Hace un par de días Alan compartió una foto de una cuna que el arquitecto Abraham Zabludovsky hizo para su hija Gina y ahí fue donde me di cuenta que Alan era hijo de Gina y por tanto nieto de la señora que sin conocerme, sin saber quién era yo, se acercó a darme un poco de consuelo.

También, es hasta ahora que me entero que la dama que amablemente platicó conmigo en esa sala de espera y que siempre afable y educada me preguntaba por la salud de mi abuelita ya falleció y que se llamaba Alinka, un nombre hermoso por cierto.

Al contar esta anécdota a Alan me sugirió compartirla y lo hago porque siempre he recordado a Alinka, pues me impresionó su tono de voz suave, su elegancia, su candidez. Es de esas personas que te impactan y que quisieras emular, pues se vuelven un ejemplo, aún cuando las has conocido poco o casi nada.

Con respeto y gratitud:

Ruth Dávila

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May 29 2014

Mi prima Alinka

Ana Portnoy

Mis recuerdos más remotos sobre Alinka son de mi infancia. A pesar de la diferencia de edad, pues soy sólo un año más grande que su hija Gina, la relación que mantuve con ella fue cercana y cariñosa, sin que los años que nos separaban implicaran una distancia en el trato.

Gracias a la cercanía y a la convivencia que tuvimos con sus papás, Velvl y Merl -hermana de mi papá-, coincidimos en muchas ocasiones con ella, con Abraham y sus hijos ya fuera en casa de mi tía, en la galería Mer-Kup o en la hermosa casa de los Zabludovsky en Alencastre  en la que el bosque de Chapultepec era la prolongación natural del jardín.

Platicar con Alinka siempre fue un placer. Su gentileza y don de gentes, su sencillez, su sensibilidad y el interés que tuvo en tantas cosas eran como un imán que nos atraía a su alrededor. Tuvo una palabra amable para todos y una sonrisa que iluminaba la plática.

Recuerdo la época en que mis papás y mis tíos se propusieron reunir cada par de meses a toda la familia Portnoy y la ocasión en que,  en 1982 y en la casa en Palacio de Versalles, Alinka preparó una deliciosa boullabesa. Ahora cada vez que la preparo –aunque no me queda tan buena como recuerdo la que ella sirvió-, la tengo presente.

Gracias a Alinka mis papás se casaron, solíamos bromear con mis papás. Al parecer, después de cinco años de novios, Leizer no se animaba a pedir a Bertha mientras que Abraham ya pretendía a Alinka. Según me contaba mi papá, cada vez que mi prima mencionaba la palabra boda, mi tía Merl le contestaba que primero se tenía que casar mi papá que en esos años vivía en su casa. Como no había formalización en puerta Alinka organizó una cena para la familia y a la hora de los postres anunció que mis papás se acababan de comprometer. Un año después de la boda Abraham y Alinka se casaron.

Ya enfermo de Alzheimer, mi papá me confundía frecuentemente con ella, lo que de alguna manera me parecía un halago, pues, además que era guapísima,  él siempre la quiso muchísimo. Mi consuelo era que por lo menos me confundía con una alguien tan cercano a su corazón.  Una de las últimas veces que lo vi me dijo: “Alinka, gracias a ti me casé con Bertha ¿te acuerdas que me acompañaste a pedirla? Tuviste buena mano”.

 

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Jul 16 2011

In memoriam

para Alinka mi amiga,

Sara Melman de Lisker

Otro mes de junio. El teléfono ya no sonará en tu casa. Te fuiste,  cuando aún tenías mucho que ofrecer. Ya no podremos felicitarnos por nuestros cumpleaños, en el mismo día de este mes……

¡Cuántas vivencias acumuladas a lo largo de tanto tiempo!, ¡cuántas emociones al nacer nuestros hijos; sus éxitos, sus tristezas, sus alegrías…todo ello compartido!

Ya no haremos más un día de campo en Morván, donde con sólo recorrer la reja de tu patio, el bosque de Chapultepec era todo nuestro.

Ya no volveremos a caminar con nuestros esposos por Reforma o Insurgentes en un fin de semana cualquiera, después de salir del cine, en un México que se nos ha ido para siempre……

Cuántas tardes-noches en tu casa o en la mía, en torno de unas tazas de café, departiendo nuestra amistad y tratando de componer al mundo…

Recuerdo con nostalgia, tus narraciones del viaje a Bombay y a Paris. En esos viajes  de estudio arquitectónico, tus aspiraciones quedaban de lado para apoyar siempre a Abraham.

En mi memoria y corazón han quedado guardados muchos recuerdos, algunos de los cuales hoy comparto sin olvidar tu gentil
paso por mi vida.

 

 

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Sep 29 2010

Álinka

Tamara Trottner

Las pupilas hablan y lo que dicen es siempre cariñoso, inteligente, amoroso.  La piel blanquísima que se mueve al compás del tiempo, del día a día. 

 Mis eventos eran suyos, mis alegrías lo eran de ella y muchas veces lloró mis tristezas.  Estaba siempre ahí, siempre acompañando y haciendo mejor cualquier día, porque su presencia iluminaba los momentos.

 Alinka fue amiga y consejera, fue sonrisa fácil, fue mano apretada como apoyo y consuelo.  Estaba cuando mis hijos cumplían años, estaba cuando nos reuníamos a comer.  Sus palabras siempre tenían un dejo de sabiduría y un barniz de profundo amor.

Al pasar las hojas de mi álbum de fotos la veo, vestida con un traje azul, perfectamente arreglada, hermosa, rodeada de esa luz que en todo momento compartía con quienes tuvimos la suerte de tenerla  cerca.  Esa luz que ahora nos hace tanta falta, porque, quizás, la dimos por hecho.  Ella siempre estaba, siempre acompañaba, siempre apoyaba.  Y lo hacía como si fuera natural, como si el entregarse a los demás en cuerpo y alma, como si ser columna que sostiene, llama que ilumina, vasija que contiene, voz que enseña, como si todo eso fuera parte de la vida misma y no un ejemplo a seguir y un privilegio.

La extraño porque es parte de mi historia y sé que las siguientes páginas estarán más vacías, mas tristes por su ausencia.  La extraño porque sé que aun me faltaba aprender mucho de esa sabiduría que reglaba a manos llenas.  La extraño porque hubiese querido que este aquí siempre, junto con los seres grandes e iluminados que hacen de éste un mundo mas entendible, un lugar más cariñoso, un espacio mejor.

La extraño y la seguiré extrañando.  Seguiré buscando sus ojos azules para que me digan cosas, seguiré buscando su mano blanca para que me guíe, seguiré recordando sus palabras, presintiendo que en algún lugar, no muy lejano, ella también me extraña.

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May 10 2010

Duelo. A mi madre

Gina Zabludovsky Kuper
                             10 de Mayo , 2010

Eras la luz,  sin ti  me he  quedado en tinieblas.  

Fuiste un enorme y frondoso árbol que siempre me cobijó; un cálido  y mágico  brebaje que  me permitía digerir los sorbos difíciles;  una deslumbrante mesa siempre engalanada  por  tus creativos ornatos y, dispuesta  a recibir a todos. 

No he podido decirte cuánto te  extraño, no he podido pedirte  que  me acompañes y protejas  unos años más.

Sin ti   soy un ave  de  alas rotas, pero también una araña que construye y se aferra a su tejido para no caer en el precipicio.

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