A Alinka. Breve recuerdo de una amistad
Josep M Botey
Mireia Cumella
Conocí a Abraham y ¡como no!, casi en el mismo momento conocí a Alinka. Era difícil poder estar con solo unos de ellos porque formaban parte de una rara unidad. Hoy en día no es frecuente encontrar situaciones parecidas, y de ahí la gran fascinación que sobre nosotros ejercían los dos.
Durante más de dos décadas tuvimos el privilegio de ser sus conocidos de Barcelona, sus amigos de Barcelona y, creo que mas tarde, simplemente unos de sus grandes y queridos amigos.
Cuando Abrahan nos dejó repentinamente, fue la voz de Alinka la que nos lo comunicó. Era madrugada en Barcelona y, Mireia y yo, nos sentimos tan tristes que creo que no supimos, porque no se sabe si no se ha sufrido antes, como compartir tanta pena y tanta desolación. La voz rota de Alinka, no obstante, seguia siendo clara, segura, y guía de todo lo que estaba aconteciendo.
Un mes más tarde, en el acto publico de despedida de Abraham, Alinka me invitó a hablar brevemente sobre él, su vida y su obra. Así lo hice o al menos lo intenté, mientras en mi mente brillaba la imagen perfecta de Alinka de la que en aquel momento comenté…” claro espejo donde Abraham dirige sus dudas y recoge las respuestas”.
En poco tiempo, Alinka nos dejó también, esta vez algo más importante que vivir la llamaba. Desde la distancia intentamos seguir sus ultimos dias, esos días en los que vosotros, los más queridos y cercanos, fuisteis testigos de como ganó a la muerte con la muerte. No puedo añadir nada más. Solo sé, y sabemos, que nos sentimos realmente huérfanos, completamente perdidos en un nuevo México que hemos de volver a conocer.
Si ellos ya no están ¡que vacío íbamos a encontrar México ahora, de no contar con tan buenos amigos!, la mayoría gracias a los dos, pero especialmente gracias a Alinka, alma culta y abierta al diálogo y al entendimiento. Ella, principalmente, facilitó que os conocieramos a vosotros, Gina Jaime y Moisés, ella propició nuestros encuentros, ella consiguió que, de nuevo, existiera una excelente ligazón entre generaciones, ella logró que, con y sin Abraham, México fuera de obligado destino. En fin, Alinka nos enseñó que no existe escala para lo realmente importante.
El disfrute diario de estar con ella, de compartir simplemente los preparativos de una cena en la que el concepto, el aroma, la textura el gusto y el color eran un reflejo de la amplitud, delicadeza y sabiduría de su alma. Todo ello en consonancia con su vida pública con la ayuda, perserverancia y elegancia de sus apariciones junto a Abraham.
Nos acogió en su casa durante años y, por ello, nuestras estancias en México han estado teñidas de sus expresiones, filtro maravilloso que nos acompañaba a todas partes. Su clara cultura mexicana nos permitió profundizar rápidamente en un conocimento general difícil de conseguir sin una ayuda tan hábil y su clara cultura universal nos sigue enseñando los más sensibles sistemas de la relación humana y la lucha necesaria para conseguir un pequeño logro y saber estar y avanzar hacia la constante modernidad.
Nada, a mi entender, nada gratuito aparece en su horizonte y en la gran lucha por simplemente “ser”, antepuso su voluntad de hacer a cualquier banal conquista de la nada.