Alinka
Jaime Grabinsky
Recordar a Alinka es una experiencia agridulce. Su ausencia duele y se acrecienta, pero su presencia en la memoria no deja de provocar buenos sentimientos y estados subjetivos placenteros.
Viniendo de una familia de clase media en lucha por salir adelante, le tocó vivir muy de cerca con artistas, creadores, empresarios, políticos e intelectuales de primera línea. Nunca estuvo lejos de su perspectiva personal la vivencia de lo difícil que puede ser el querer y el poder “salir adelante”.
Lo que más me impresiona de mis recuerdos de ALINKA es su enorme capacidad para servir a otros.
Su ayuda empezaba con los suyos y los cercanos a los suyos, pero de ninguna manera su generosidad y don de gentes se limitaba a un círculo estrecho.
Este servir a otros significó una ENORME cantidad de trabajo; armar y sostener, durante buena parte de su vida, un proceso con varias pistas simultáneas; tener N pelotas en el aire y lograr que ninguna cayera al suelo! Sin esperar y menos pedir aplauso o reconocimiento, pero lográndolo siempre.
A pesar de que en ocasiones atravesaba graves problemas, sus faenas las realizaba con mano ligera, buen ánimo y auténtica empatía por los beneficiados de ellas.
Sí, mucha afectividad, pero nunca disociada de efectividad. Eficiencia en varias pistas simultáneas, pero con un delicado toque de arte y de exquisita diplomacia. Arte concreto, singularizado a la persona o grupo receptor de sus esfuerzos.
¿Idealista? Creo que sí: su conducta sencilla, su deseo y capacidad de conectarse con todo tipo de personas y grupos y siempre en la frecuencia adecuada, me parece que muestran su sueño grandioso de un mundo mejor, en que todos tuvieran y/o aprovecharan las mejores oportunidades que la vida brinda. Sabía que el poder ejercer las mejores opciones estaba muy mal distribuido.
Demostró una gran curiosidad y deseo de seguir aprendiendo, en temas que no siempre eran esperables en alguien con sus compromisos sociales.
Sin duda hubiera ejercido muchas profesiones con logros y solidez auténticos tal vez como psicóloga, diplomática, diseñadora, líder de grupos sociales, anfitriona de “salones ilustrados” de la elite política-científica-intelectual por mencionar los primeros que se ocurren.
Alguna vez le comenté, aunque seguramente no fui el único ni el primero, que debería escribir sobre sus experiencias. Habiendo vivido todas las iniciativas y proyectos que le tocaron y que ella generó y/ó ayudó a generar, hubiera sido testimonios de gran interés. ¡Algunas conversaciones me asombraron por su percepción de situaciones y personas!
Supongo que mucho de su vida íntima la comunicaba a sus mejores amistades que seguramente eran mujeres. Viniendo de dos culturas, la judía y la mexicana, con severos problemas que llegan a limitar el pleno desarrollo femenino, ella se distinguía por un carácter, para mí algo misterioso, suave e insistentemente libertario, que se reflejó en acciones en pro de la mujer y de las cercanas a ella.
Lo que se ha dicho hasta aquí, es bastante directo fácil de percibir por alguien que la conociera un poco. ¿Pero cuál era su actitud más personal, interior? Creo que en su discreción y sabiendo tanto de la vida, tenía una sana sonrisa interior que su tacto ocultaba, una actitud cercana al jabal jabalim (vanidad de vanidades), un inteligente escepticismo que su arte y magia de amar ocultaba. Sabía que se puede esperar lo peor, ser pesimista, pero con el deber del entusiasmo real y la cabeza fría. ¡No hay mucho tiempo, el deber y el hacer bien las cosas no permiten respiro! ¡Las oportunidades no se dan en maceta! Conocía muy bien las contradicciones, las paradojas, las opresiones y humillaciones y las incongruencias de la gente y de la sociedad, pero siempre había fines altos a los que aspirar y poco tiempo para acercarse a ellos.
Nathán Grabinsky, que tenía una muy sofisticada y reconocida capacidad para aquilatar valores personales, se los reconocía como a pocos otros seres humanos.
¿Cómo caracterizarla brevemente?: disciplinada, organizada, creativa, activa, solidaria, curiosa, cumplidora, con angustia existencial, pero más que nada, humanamente sensible y sabia. “Recibid mi instrucción y no plata; y conocimientos antes que oro fino, porque la sabiduría es mejor que los rubíes; y todas las cosas deseables no pueden comparársele” (ProverbiosVIII, 10-11.), pareciera haber sido su consigna secreta.
No era, creo, religiosa en el sentido tradicional, pero actuaba como si tuviera la conciencia abrumadora, ineludible, de que todos los seres humanos pasarán por un Juicio Final, severo e insobornable, por lo que se debía aumentar, sin tregua, el haber, para tener un balance positivo!
Eshet jail ¿mi imtzá? (Mujer virtuosa ¿quién la hallará?) ¡Los que lamentamos y mucho, su temprana partida!