Alinka

Alberto Cohen

 

Yo tuve cuatro etapas distintas y todas muy importantes en mi relación con Alinka. Primero cuando éramos muy jóvenes Jaime y yo.  Era una segunda mamá que nos recibía en su casa veinte  horas al día, y como buena mamá judía, nos regañaba, nos dirigía, nos controlaba, se preocupaba y nos daba mucho de comer siempre.

La segunda etapa digamos fue  un poco más distante cuando me casé y cuando se casó Jaime . Creo que fue el momento  donde menos la vi, y menos hablé con ella.

La tercera etapa que fue de 1995 al año que murió el arquitecto en el 2002. Nos hablábamos casi diariamente. Como todos sabemos Abraham era una gente que tenía muchísimas preocupaciones todos los días y de la más diversa índole. Entonces yo conocí a Alinka en su papel de esposa. Era realmente impresionante cómo llevaba las riendas de su casa,  y  del negocio de su marido. Al final de la vida de su marido, tenía una permanente preocupación por publicar  para que permaneciera la obra de Abraham. En esta época, todos sus esfuerzos iban siempre encaminados a que la obra del arquitecto Zabludovsky perdurara,  que se dejaran testimonios buenos e importantes. Alinka se dedicaba a esto con una energía impresionante. Con una gran fuerza, llevaba toda esta parte de la vida profesional del arquitecto, y además, la vida de su familia, las finanzas y todo.

 La última época es a partir de que fallece el arquitecto. En ésta conocí a la última Alinka,  a la que más me dejó y, desde luego, a la que más extraño. Después de haber sido el amigo de su hijo, el que le que le ayudaba con las desiciones del dinero, el que estaba en todas las cosas de la familia, me volví su amigo. En estos últimos años, cuando estaba en México, hablaba con ella diario, a veces dos o tres veces al día. Realmente nos hicimos amigos muy cercanos. Alinka era una mujer madura, que vivía con la enorme tristeza de haber perdido a su pareja pero tenía una fuerza impresionante, era muy cariñosa e  increíblemente inteligente. Descubrí  entonces una amiga que era increíblemente valiosa para darme consejos. Todos los días nos hablábamos para contarnos nuestras vidas, nuestras vivencias, nuestras cosas. Era admirable, tenía una gran fuerza incluso después de que se enfermó, incluso después  de que  empezó con sus problemas respiratorios, todavía tenía yo un gran contacto con ella.

Fue una gran consejera para mí, y creo que yo fui un consejero para ella. Se volvió  cotidiano  hablarnos y contarnos nuestras vivencias del momento, a mí se me volvió una adicción. Verdaderamente puedo decir que, en este momento,  a casi ya un año de haberla perdido, la extraño muchísimo,  queda  como una memoria distante, la mamá de mi amigo, la esposa del arquitecto, la abuela,  que fue bastante abuela de mi hijo también. Pero la que más extraño es a la última  que conocí, a mi amiga, que fue muy importante para mi.

 Yo verdaderamente creo que esta adicción mía de hablar con ella a diario fue una cosa sólo conocida por mí y por ella. Todo empezó con preocupaciones y preguntas cobre qué  hacía con el dinero pero luego nuestras conversaciones tomaron otro camino. Nos tomábamos diez  o quince minutos para platicar y contarnos de nuestras vidas.
Era  una mujer verdaderamente impresionante. Éramos  cuates.

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