Jorge Coello
Para mí, Doña Alinka fue una segunda mamá. Convivimos mucho tiempo, platicábamos de muchas cosas teníamos la confianza de intercambiar ideas y comentar de las experiencias que vivíamos. Yo la ponía al tanto de mi familia, de mis papás, de mis hermanos. Le contaba todas mis alegrías y también lloraba con ella. Teníamos una gran confianza. Incluso ella también me contaba de sus hijos y de su esposo
A través del tiempo me di cuenta que ella era una mujer muy inteligente. Después de vivir tantos años con el arquitecto Zabludovsky, tenía una gran capacidad de conocimiento de arquitectura y de todo: Yo le contaba mis experiencias en la arquitectura y le aprendí muchas cosas. . ..
La señora Alinka era muy abierta, expresaba mucho sus sentimientos, era franca, cariñosa, honesta, realista y hablaba con claridad. Por sobre todo, sabia escuchar. Trabajé 18 años con ellos, Entré al despacho como cualquiera- Yo estaba en otro despacho pero todos queríamos trabajar con el arquitecto Zabludovsky. Llegué pidiendo trabajo en avenida México. Me acuerdo que me entrevistó directamente el Arquitecto Abraham y no el jefe del taller que era Pancho López. Llegamos casualmente, él iba entrando y nos dice “muchachos si quieren trabajar pasen a mi oficina”.
En ese momento en el despacho se estaba haciendo la Biblioteca de México, y el Multibanco Banamex de la Av. Revolución. Después de tres meses me habla y me dice “sabes, te voy a encargar un proyecto, nada más que me tienes que cumplir porque faltas mucho, quiero saber si le vas a entrar “.Yo le contesté que sí y entonces obtuve su confianza, me empezó a dar responsabilidades como coordinador de varios proyectos y tuve una relación de trabajo más directamente con él. Aprecié mucho al arquitecto porque era una gente muy tenaz, inteligente y capaz. y también. duro cuando tenía que ser duro.
Tiempo después, yo conocí a la señora Alinka quien llegaba al despacho y estaba presente en las reuniones que teníamos con el arquitecto en su casa. para cualquier detalle. Nos conocimos más cuando había que hacer alguna remodelación o reparación de la casa ya que yo intervenía en los detalles de esos proyectitos para cumplir sus necesidades.
Posteriormente, la relación se fue haciendo más estrecha. Tuvimos una cierta confianza con el arquitecto y nos invitaba a comer. Así nos reuníamos también con la señora Alinka y platicábamos con ella. Cuando el arquitecto empezó a enfermarse, nos metimos más con la cuestión de ponernos al frente del despacho.
El arquitecto me tenía una gran estimación y le estoy muy agradecido. Para mí, él también era como mi papá, y el despacho era como mi segunda casa. El día que murió no lo podía yo creer porque acabábamos de tener una reunión para revisar todos los planos del proyecto del Museo del Niño de Tabasco. Él me hizo algunas observaciones y me dijo que nos veíamos al rato. Yo me fui a comer y cuando regresé ya no lo vi. Ese día murió y yo me la pasé llorando.
Yo quería mucho al arquitecto. Además de la relación de trabajo, teníamos una relación muy padre a nuestra forma, El arquitecto era muy reconocido y exigente, y a veces duro y obstinado. La señora Alinka era un poco más mediadora.
Después de que el arquitecto falleció, estuve trabajando como tres o cuatro años con ella. Dos años a cargo del despacho terminando el museo de Villahermosa y el teatro y Centro de Convenciones de Coatzacoalcos. La señora Alinka se puso al frente de los proyectos y nos dio la confianza de seguir adelante con las obras. Yo me quedé a cargo de la sección de diseño y Víctor de la operación administrativa. Con orgullo, puedo decir que salimos bien.
La señora Alinka era una gran mujer, estuvo conmigo en las buenas y en las malas. Donde quiera que esté, le mandamos un beso y esperamos que escuche nuestros rezos.